La reforma electoral que se está cocinando en los sótanos del gobierno federal tiene como propósito central el de garantizar que MORENA siempre gane las elecciones. Además, la reforma debe asegurar que ese partido mantenga el control sobre el resto de los poderes de manera que no exista la menor posibilidad de que la oposición pueda detener, modificar u obligar a una negociación legislativa o judicial.
La restricción que tienen los cocineros de la reforma sulfurosa es reducir al mínimo el costo político para el régimen. No quieren caídas en la popularidad de la presidenta, tampoco quieren malestar ni enojo social más allá de los segmentos urbanos con mayor escolaridad e ingreso. Quieren evitar que se socialicen los detalles y las implicaciones de la reforma, y en todo caso, que la retórica cargada de veneno en contra de los partidos de oposición sea la que prevalezca en el ánimo del pueblo “bueno y sabio”.
Una de las condiciones que debe reunir la reforma es lograr que los cambios propuestos sean percibidos como beneficios y no como un atentado en contra del derecho a elegir libremente. En consecuencia, debemos esperar una andanada de propaganda de odio hacia los políticos del antiguo régimen. Esa propaganda servirá de distractor, después será la justificación para instaurar un régimen autocrático en el que la gente vote pero no elija.
El pretexto será el costo de las elecciones y de los subsidios a los partidos políticos. Debemos combatir ese argumento que cautiva a las masas. Los que queremos una sociedad de ciudadanos libres tendremos que convencer a muchos mexicanos que ahorrar 15 centavos de un presupuesto de 100 pesos es inútil y riesgoso. Esa es la proporción del “ahorro” que el gobierno intentará venderle al pueblo “bueno y sabio” (SIC) a cambio de que acepte los cambio a las reglas del juego electoral. El supuesto ahorro equivaldría al 0.15 por ciento del presupuesto federal de un año. Si usted tiene 100 pesos en la bolsa y yo le propongo que ahorre 15 centavos, ¿le sirve de algo?
A estas alturas el régimen sabe muy bien que un segmento amplio de mexicanos valora el derecho a elegir a sus gobernantes. Que esa gente no quiere un retroceso democrático y que el gobierno podría pagar un elevado costo político por pasar su reforma. La clave está en que juntos, usted y muchos, logremos encender una luz de consciencia sobre las consecuencias de esos cambios a las reglas del juego electoral.
La propaganda oficial utilizará encuestas para exhibir el supuesto apoyo popular a su reforma. Las empresas que presten su firma y su prestigio para documentar un asalto a la libertad tendrán que saber que siempre estarán obligadas a tergiversar la voluntad de la gente. El día que los candidatos oficiales vayan perdiendo en las preferencias y eventualmente pierdan las elecciones, tendrán que mentir para satisfacer los apetitos del poder. Esos encuestadores serán siervos o rehenes de un régimen autoritario y corrupto.
La que viene será la madre de todas las batallas políticas. Si la peleamos de la misma manera en que lo hicimos para defender al Poder Judicial, al derecho de amparo, a los órganos independientes, la batalla estará perdida de antemano. Ni siquiera la famosa “marea rosa” logró quitarle apoyo al oficialismo. Esta ocasión la batalla tendrá que pelearse de una manera distinta si es que pretendemos defender lo poco que nos queda como ciudadanos libres.
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