Por: Eduardo Rivera S.
CEO de Global Media Internacional
Desde hace tiempo se conversa en las sobremesas acerca del Mundial 2026, de lo que México está preparando para ello, de los aranceles y de lo que representa el cruce de la frontera gringa para los mexicanos. Y hace justo unos días una amiga me confesó que pensaba ir a algunos partidos del Mundial en Estados Unidos, pero que le picaba el miedo: “¿Y si me detienen en la frontera?”, me dijo. Entonces me di cuenta de que esa frase resume un jaloneo que vive el turismo mexicano: el entusiasmo por viajar combinado con temor… aunado a una rutina burocrática que a veces asusta más que la aduana.
Puede parecer que no, pero las alertas son reales, ya que el consulado de Estados Unidos en Guadalajara elevó el nivel de “reconsiderar viaje” para Jalisco, sobre todo por casos de secuestros ligados a apps de citas en Puerto Vallarta y Nuevo Nayarit. Advierten que incluso ciudadanos estadounidenses han sido víctimas de extorsión por encuentros en línea que terminaron muy mal.
Pese a eso, muchos mexicanos están decididos a cruzar rumbo al Mundial. Se ha visto que muchas agencias de viajes ya reportan que se llenan paquetes a ciudades como Atlanta, Miami o Dallas, todos con visado y vuelo, pero muchas veces también con ansiedad ante los posibles retrasos en aeropuertos, los controles estrictos de inmigración y, además, con el calor estadounidense de verano. En la reciente Copa Mundial de Clubes, se documentaron temperaturas entre 32 °C y 38 °C, junto con tormentas que provocaron retrasos de partidos en lugares tan emblemáticos como Miami y Atlanta.
Justamente, muchos estadios todavía no están listos al 100%. En nuestro territorio, el mítico Estadio Azteca ya fue señalado por FIFA por estar retrasado en sus renovaciones, y solo será habilitado después de marzo de 2026 tras los ajustes estructurales significativos que se requieren. Del otro lado de la frontera, el MetLife Stadium ha tenido que quitar casi dos mil asientos para ajustarse al reglamento de futbol soccer de la FIFA y sustituir el césped artificial por natural, mientras que otros recintos como Gillette y Lumen Field enfrentan retos logísticos y financieros para instalar superficies apropiadas para este deporte y gestionar el transporte masivo que se necesitará.
Para el europeo que está pensando en sumarse a la hinchada —y financiar el viaje a CDMX o Houston— todo esto implica un costo: entre el pasaje aéreo, el alojamiento, la comida y el transporte local, una visita de una semana fácilmente llega a los 3,000 dólares o más. Sumado al riesgo percibido, muchos optarán por quedarse en casa o elegir destinos más seguros, como Canadá. En marzo de 2025, el flujo de turismo europeo a EUA cayó un 25% desde España, un 28% desde Alemania, y un 17% en conjunto desde Europa Occidental; esto debido a la inseguridad percibida, las políticas migratorias rígidas que impuso Trump desde su regreso al poder, y la sombra de aranceles y tensiones diplomáticas.
Esa combinación de calor, burocracia e incertidumbre está generando un cambio en el que muchos europeos prefieren volar a Canadá … o a México, y ver partidos en pantalla gigante, comprar mezcal y disfrutar del centro histórico de la CDMX antes que someterse a filtros migratorios, calor fiscal y estadios tapizados de tensión.
Además, en ciudades como la CDMX hay una conversación que no podemos ignorar: la de la gentrificación, que hay que reconocer que hace tiempo dejó de ser un concepto académico o una etiqueta de redes y se convirtió en una fuente de tensión que ha traído, incluso, problemáticas mayores. En zonas como la Roma-Condesa o Polanco, los reclamos vecinales contra el turismo masivo han escalado y se han cristalizado en protestas, pintas, hasta carteles que piden abiertamente a los extranjeros que regresen a sus países. Y ahí es donde uno se pregunta si algunos sectores sociales ya consideran incómoda la presencia del turismo estadounidense y europeo en el día a día, ¿qué pasará cuando lleguen decenas de miles de aficionados durante el Mundial? ¿También les vamos a pedir que se vayan? No quiero referirme a ideologías, pero, ¿porque no planeamos con tiempo lo que implica recibirlos bien? Esta presión social no es menor, y puede influir en la decisión de la sede inaugural y en los eventos anexos, en la narrativa mediática, y hasta en la experiencia misma del visitante. Por eso urge anticipar escenarios y escuchar a la ciudad para actuar con inteligencia, alejados de la improvisación.
Y sí, volvamos al hilo con España: el modelo ibérico ofrece algunas lecciones útiles, pues ya organizó encuentros de primer nivel en la materia (la Eurocopa, la final de la Champions, la gestión de calor en estadios techados y transporte eficiente). Ellos aprendieron a manejar oleadas turísticas complejas con control urbano, planificación de fan zones y sistemas logísticos sólidos. Ese know-how debería cruzarse en la Fitur 2026: ¿por qué no tener un espacio donde México y España compartan soluciones operativas para acoger eventos masivos sin ahogar a la ciudad ni al visitante?
En lo personal, veo una oportunidad: el viaje al Mundial puede ser más que la pasión por el futbol y aprovecharse para hacer diplomacia cultural, intercambio de experiencias y tener un aprendizaje mutuo. Se trata de transformar la experiencia del turista (mexicano o europeo) en una narrativa de eficiencia, donde no haya sorpresas ni retrasos, que se beba la cerveza fría y el paso por el Estadio Azteca… o por la Gran Vía sea preciso y luego se regrese a casa con una botella de mezcal bien importada.